De los cuatro elementos clásicos de los presocráticos (la tierra, el fuego, el aire y el agua) el que más me fascina es el fuego.
El poder hipnótico de la llama. La danza eterna de las lenguas de fuego que recorren el tronco que arde. El color brillante de las brasas que parecen latir en la profundidad de la hoguera.
El vuelo de las chispas que huyen hacia el aire frío juntas, alocadas. Serpenteando en su huída y apagándose en la nada. Desapareciendo para siempre.
Los miles de colores que escojen las llamas en su locura. Rojas, naranjas, verdes, azules...
El calor brutal que desprende un gran fuego y que hace que tu piel se caliente hasta lo insoportable.
El sonido. El crepitar de la leña. El silvido del fuego al brotar de la madera. El humo que escapa en pequeñas columnas que también parece hablarte.
El olor. Creo que no hay nada que despierte más en mí el sentimiento hogareño que el encontrar en invierno una calle en la que se puede oler el humo de alguna chimenea.
Sí. Creo que me quedo con el fuego.
lunes, abril 11, 2005
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1 comentario:
Y su calor. No te olvides del calor, que parece transmitirnos toda su energía y vida.
Yo no sé si me quedaría con el fuego..pero está claro que sí con el calor que desprende.
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