martes, abril 26, 2005

¿Qué nos pasa?

El otro día, leyendo el periódico (juro que un día me quito del todo) y viendo noticias sobre maltratos, violencia, asesinatos en serie, etc. Me dí cuenta de que los hombres (género masculino) somos unos verdaderos hijos de puta.
¿Por qué el porcentaje de mujeres asesinas en serie, violadoras o maltratadoras es irrisorio?
No sé. Empecé pensando que quizá es una cuestión puramente antropomórfica. Por el tema de la fortaleza física y demás, la sumisión implícita o algo. Pero es estúpido. Tampoco existen mujeres pederastas y no hace falta ser un atleta para manipular a un crío.
Es una cuestión mental. De deformación o enfermedad mental. Y entonces pensé:
¿Se trata de un tema de educación?
¿Socialmente se educa a las mujeres de alguna manera que hace que no se manifiesten esos sentimientos?
y entonces ¿por qué no educamos a todo el puñetero mundo igual? ¿pero cómo? ¿qué es lo que aprenden o desarrollan ellas que nosotros no?
Pero es que las preguntas siguen:
Si la mujer consigue finalmente equipararse en todo al hombre ¿surgirán ese tipo de transtornos? Cuando las mujeres se incorporen completamente a la mierda de mundo que hemos creado nosotros, ¿se volverán EN TODO como nosotros? ¿Estaremos creando montones de hijas de perra?
Realmente espero que no.
¿Nadie ha estudiado esto? No puede ser que nadie haya pensado esto antes.
¿tengo que hacerlo yo todo? o_O

jueves, abril 21, 2005

pa vosotros

"-El mío sí que es un trabajo de mierda- le dijo el diablo a la muerte. Sentados en la mesa de un bar (...)"

Así pretendía empezar el último relato que quise escribir. No hace demasiado de eso, pero después de cojerlo un par de veces y divagar y divagar sobre ideas no muy concretas lo abandoné.

Os la regalo y que cada uno haga lo que quiera con ella. Yo estoy hasta la polla de la frase esa.

miércoles, abril 20, 2005

ventana al ayer

Ayer estaba haciendo limpieza general (es lo que peor llevo de vivir solo) y encontré un pequeño tesoro. Se trataba de mi "caja de servilletas" y es una caja de madera de puros (o era turron?) llena de servilletas de bares en las que antes apuntaba cada frase que se me ocurría o que leía por ahí y me hacía especial gracia. También había algún pequeño relato o alguna tontería del estilo que se mezclaban en ese pequeño cofre.
Algunas son muy buenas (por lo que descarto que sean mías) y otras no tanto.
La verdad es que me ha sorprendido lo que he cambiado en tan poco tiempo porque realmente yo no podría escribir ahora lo que encontré por ahí.
Ahí va una:


Si vives en medio de la inmensidad de un océano de asfalto.
Si apenas ves la luz entre las ramas de acero y cristal de este bosque de insectos.
Si no quieres verte empujado por una maraña de hombrecitos grises.
Si no quieres bailar al son de esa marcha fúnebre que suena en los escaparates de los burdeles de las grandes calles de moda.
Si no entiendes porqué nadie te mira a los ojos, buscando aquella parte de tí que intenta salir y pensar por sí misma.
¿Hay alguien que no juzgue antes de tiempo?
¿Existe esa "ella" que te busque sin pensar en qué pareces, a dónde vas y en cómo piensas llegar?
No quiero a nadie "maduro", "sensato", "locuaz"... Nadie con frases con las que venderse.
No busco grandes virtudes, no quiero enormes ventajas, sólo busco ese pequeño defecto, ese error de dimensión humana.Esa imperfección que se sume a la mía.
¿Dónde esta ese no saber vivir, que me ayude a perderme por esos caminos que salen y acostumbran a no llegar?
No busco ni esperanza, ni roble de sombra y apoyo, ni luz, ni destino.
No quiero compañía en mi egoismo, ni ese ideal de independencia. No a ese amor que no muere jamás.

Busco esa mirada que durante la eterna infinidad de un solo segundo
me busque por dentro.



La verdad es que a parte de aguna que otra frase, no me gusta demasiado. Pero ya os digo, me sorprende más que nada la diferencia entre esto (que debe ser del 99 o por ahí) y la manera en que lo escribiría ahora.

martes, abril 19, 2005

Conversaciones en la parada de autobús

El burro estaba sentado, con un costado apoyado en la parada del autobús. De vez en cuando movía una oreja como para romper la monotonía de la espera. Su mente divagava entre el delicioso desayuno de aquella mañana que aún calentaba su barriga y una pequeña mosca que pretendía descansar sobre su hocico.
El burro tenia un pelo marrón y muy espeso que se tornaba más oscuro al acercarse al cuello para ser del negro más profundo al tocar su nariz. Y ésta, de un color muy pálido hace que su rostro adquiera un aspecto realmente tierno.

En aquel momento un hombre de mediana edad, cansado y sudoroso, se acercaba a donde estaba el burro. Parecía venir caminando de muy lejos. Sin dejar de mirarlo lo rodeó y se sentó en la banqueta de la parada. El hombre no cesaba de intercambiar miradas entre el burro, que a su vez le miraba fijamente, y el punto del horizonte por el que de un momento a otro aparecería el viejo autobús.
El hombre mientras se quitaba el abrigo sofocado por la caminata, no dejaba de observar al burro. ¿Qué demonios hace aquí el burro este?, pensaba. No estaba atado, no parecía enfermo... Curioso.
Y casi sin pensar y a la vez que se reía de sí mismo, le dijo al burro -¿Qué? Parece que hoy llega tarde el autobús ¿no?

-Pues sí- respondió el burro- Es un autobús muy viejo y ya le pasan estas cosas.

El hombre, inmovil, miraba fijamente al burro con los ojos abiertos como platos. Un sudor frío recorrió su espalda del mismo modo que la idea de haber perdido la chaveta circulaba por su cabeza.

- Ha..Ha..¿Hablas?- Dijo mirando de reojo a su alrededor.
- Claro que hablo. ¿No me oyes?
- Sss..sí...¿Pero desde cuándo los burros hablan?
- Supongo que como todo el mundo: Desde que tenemos algo que decir.
- Eso es absurdo.
- Es tan absurdo como que tú y yo estemos hablando ahora. Encuentro mucho más absurdo el hecho de que todos los hombres os considereis en el derecho de poder decir siempre lo que os venga en gana. Y mucho más absurdo sabiendo que muchos de esos hombres ni siquiera tienen la facultad de escuchar. El hecho de que un burro se ponga a parlotear cuando hay alguien dispuesto a escucharlo me parece mucho más lógico y natural.

El hombre, que en aquel momento no podía decidir si estaba más sorprendido por el hecho de que el burro hablara o porque aquel animal disfrutara de una coherencia mucho mayor que la suya, optó por permanecer callado.

- Mira, por ahí viene tu autobús- Le indicó el burro.

Un momento después, el viejo autobús con un chirrido y un hondo resoplar se detenía delante del hombre que aún no había dejado de mirar al burro. Mientras subía los peldaños que le conducían al interior no pudo dejar de observar que de algún rincón del autobús salía un pequeño gorrión que fué a posarse entre las orejas del burro. Y a continuación creyó oir que este le decía:
-¿Vamos?
-Vamos- le contestó el burro.
Y ambos se alejaron poco a poco de aquella parada mientras el hombre creía verlos sonreir. Pero eso es algo que quizá imaginó él porque estaba claro que si bien el burro hablaba, difícilmente sería capaz de sonreir.

viernes, abril 15, 2005

¿os cuesta llorar?

Recuerdo perfectamente las dos últimas veces que lloré y están separadas por 11 años. Se dice pronto.
En ocasiones he visto llorar a amigos míos y me emociono.
Cuando veo a alguien llorar no puedo dejar de sentir una cierta envidia porque es algo necesario.
Algo... ¿como lo llaman? Ah, sí: Una necesidad fisiológica.
Algunos pensareis, si no lloras no te mueres. Y yo digo: "No estés tan seguro de ello". Yo sé que algo se va muriendo por dentro cada vez que me ocurre algo horrible y soy incapaz de soltar una lágrima. Y en ocasiones lo deseo con fuerza e incluso me obsesiono. Quiero llorar.
No sé qué es. No sé a que se debe ese bloqueo.
A veces, analizándome (ni se imaginan lo aficionado que soy a ello) creo que se trata de una rabia infinita al mundo que me rodea. Una lucha de mí contra todo. Un eterno enfrentamiento ante la vida que me hace creer intensamente en que el día que yo falle se acabará todo. Esto se debe a un montón de historias personales que para nada vienen a cuento ahora.
Para mí llorar no es un signo de debilidad, sino más bien de impotencia amarga. Eso es. Más que tristeza, llorar deja ver una terrible y traumática impotencia ante algo. La tristeza es un sentimiento más profundo. LLorar es la explosión de nuestro cuerpo cuando no puede hacer más que eso, explotar. Explotar y descansar. Explotar y soltarlo todo.
Quiero explotar. Quizá se deba a que no he encontrado un hombro en el que confiar. Aunque bien pensado, lo que tiene que molar de verdad tiene que ser llorar a solas. Eso ya tiene que ser la hostia.

miércoles, abril 13, 2005

un café

- Perdona, ¿me haces un cortado?
- ¿perdona?
- cortado.
- ¿dónde?
- Aquí, en la pierna. Justo por encima de la rodilla.
- Vaya por Dios.
- Sí. Un minuto. Vuelvo en seguida.

- Hola, aquí lo tienes.
- Buenas Dios.
- Buenas, encantado.
- ¿qué va a ser?
- A mí, un cortado.
- ¿Otra vez?
- ¡Me cago en Di.... en la mar salada!!! ¡En la misma pierna!
- A ver qué puedo hacer...Mmm, Ya está.
- ¡Coño! ¡un milagro!
- Dejémoslo en un favor.
- ¿Te invito a un café?
- Si insistes.
- ¿Te invito a un café?
- Hecho.
- Dos cafés con leche, por favor.

martes, abril 12, 2005

Asco

Ahora mismo te miro y pienso: Asco.
La gente te aprecia y das asco.
A la gente le gustas y en realidad das asco.
Pareces fuerte y seguro y sólo das asco.
Se te ve sonreír felíz y cuando pienso en tí siento asco.
Crees saber lo que quieres y crees saber cómo conseguirlo y a mí solo me inspiras asco.
Cada vez que veo que me sonríes el asco nace en mí. Y lo sabes.
Y lo que más asco da de tí es saber que el tipejo asqueroso del espejo, soy yo.
No me mires así.

lunes, abril 11, 2005

El fuego

De los cuatro elementos clásicos de los presocráticos (la tierra, el fuego, el aire y el agua) el que más me fascina es el fuego.
El poder hipnótico de la llama. La danza eterna de las lenguas de fuego que recorren el tronco que arde. El color brillante de las brasas que parecen latir en la profundidad de la hoguera.
El vuelo de las chispas que huyen hacia el aire frío juntas, alocadas. Serpenteando en su huída y apagándose en la nada. Desapareciendo para siempre.
Los miles de colores que escojen las llamas en su locura. Rojas, naranjas, verdes, azules...
El calor brutal que desprende un gran fuego y que hace que tu piel se caliente hasta lo insoportable.
El sonido. El crepitar de la leña. El silvido del fuego al brotar de la madera. El humo que escapa en pequeñas columnas que también parece hablarte.
El olor. Creo que no hay nada que despierte más en mí el sentimiento hogareño que el encontrar en invierno una calle en la que se puede oler el humo de alguna chimenea.

Sí. Creo que me quedo con el fuego.

viernes, abril 01, 2005

La brújula

Hace tiempo que tengo una brújula. Siempre me ha parecido un aparato fascinante. Casi mágico.
Siempre la he tenido ahí, cerca. De vez en cuando le hecho un vistazo simplemente para comprobar que el norte sigue ahí.
Que la aguja apunte siempre a una misma dirección es tranquilizante. De hecho si apunta al norte o no, casi que es lo de menos, lo importante es que apunte. Sin vacilar. Tiene un camino claro y lo señala.

Y yo... pues yo no, la verdad. Ni camino siempre, ni mucho menos camino en la misma dirección. Siempre dando bandazos e intentando girar siempre al revés que el resto del mundo. La verdad es que estar cerca mio no es muy relajante si lo que quieres es navegar. Divertido quizá sí, incluso estimulante a veces, pero cansa.
A mí me da igual. Total ya estoy acostumbrado. Pero el hecho de abrir una tapita y ver que la aguja de ese aparato infernal apunta siempre al mismo lugar la sacudas o la pongas a oscuras, hace que se me escape siempre una sonrisa de complicidad.

Me gusta tener la brújula ahí, a mano. Siempre es importante saber que hay un camino. Lo sigas o no. Sea el bueno o no.