Hace tiempo que tengo una brújula. Siempre me ha parecido un aparato fascinante. Casi mágico.
Siempre la he tenido ahí, cerca. De vez en cuando le hecho un vistazo simplemente para comprobar que el norte sigue ahí.
Que la aguja apunte siempre a una misma dirección es tranquilizante. De hecho si apunta al norte o no, casi que es lo de menos, lo importante es que apunte. Sin vacilar. Tiene un camino claro y lo señala.
Y yo... pues yo no, la verdad. Ni camino siempre, ni mucho menos camino en la misma dirección. Siempre dando bandazos e intentando girar siempre al revés que el resto del mundo. La verdad es que estar cerca mio no es muy relajante si lo que quieres es navegar. Divertido quizá sí, incluso estimulante a veces, pero cansa.
A mí me da igual. Total ya estoy acostumbrado. Pero el hecho de abrir una tapita y ver que la aguja de ese aparato infernal apunta siempre al mismo lugar la sacudas o la pongas a oscuras, hace que se me escape siempre una sonrisa de complicidad.
Me gusta tener la brújula ahí, a mano. Siempre es importante saber que hay un camino. Lo sigas o no. Sea el bueno o no.
viernes, abril 01, 2005
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1 comentario:
Siempre está bien saber por dónde cae el norte... Aunque sea para ir en la dirección opuesta.
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