martes, noviembre 28, 2006

Por nada



Lo siguiente me lo regaló un indigente el otro día depués de que le invitara a un cigarro y le diera un par de minutos de conversación.
Me pidió perdón por tener que darme una fotocopia y se largó calle abajo con una sonrisa llena de arrugas y huecos.
Salí ganando, eso está claro.

Recuerda los buenos momentos
con una sonrisa
Rememora los malos
como experiencias

Silencia
los que no fueron
ni lo uno ni lo otro,
ni buenos ni malos

Porque esos se los lleva el viento
esos serán olvidados

              Duende



Y además tiene buena letra el jodío.

viernes, noviembre 24, 2006

Con prisa

Hoy breve nota (de hecho sólo he venido a poneros la canción de salir y emborracharse, que hoy es viernes, coñoya):

Bueno, mañana palizón en el olivar para recoger aceitunas a capazos. Ya mismo tenemos aceite.

Ya os pondré los precios :P

Ideal para ensaldas, bocadillos, masajes... Una ganga, oiga.

Os pongo esta canción, que como se enteren mis círculos habituales me van a correr a gorrazos. Que siempre ando despotricando de los jevis...

Qué pasa? Esta me gusta, y qué?




Lametones a discreción.

martes, noviembre 21, 2006

No se paga con dinero

Les presento al recientemente bautizado león Faustino.
Sí, sí. Lo que tienen ahora mismo delante es un león. Y está acabado, ojo. Que es así vaya. Que no le falta nada. ¿No es genial?



Dibujado por una señorita mayor de edad y en plenas (plenas?) facultades mentales para no sé qué tipo de práctica maquiavélica del sitio donde se curte intelectualmente.

Pedazo de regalo para los sentidos, oiga. Por cierto, estoy valorando seriamente el hecho de hacerme una camiseta con Faustino. Si ejque ya le he cogío cariño y tó.

viernes, noviembre 17, 2006

Vistas a la Ciudad

CAPÍTULO I: BLANCO Y NEGRO

Ahora estaba allí de pie, en el estrecho balcón de aquel viejo piso del casco antiguo de Barcelona. Con vistas a una pequeña plaza en la que días atrás, durante las obras de renovación que pretendían convertirla en un pequeño jardín, los operarios acababan de desenterrar las ruinas de lo que parecían los muros bajos de las casas de un antiguo poblado íbero o romano, quién sabe. En ese balcón, un geranio que se resisitió a morir durante el invierno era su única compañía en aquel pedazo de sol y brisa.
Acaba de gastarse una pequeña fortuna en el reluciente caballete que tenía delante, en una pequeña cajita llena de tubos aceitosos con los colores del arcoiris, un par de pinceles y una espátula pequeña que aún no tenía muy claro para qué servía.
No había pintado un cuadro en su vida, tan sólo un vago recuerdo de sus años de instituto en los que dibujaba bastante bien le empujaban a esto. Bueno, aquellos recuerdos y el hecho de que la mujer más importante de su vida hubiera salido por la puerta de ese mismo apartamento dos días atrás para no volver jamás. Podía notar el vacío en su interior luchando por salir en forma de lágrimas y litros de ron. Sabía que si lo soltaba tendría que soportarlo, asumirlo, entenderlo. Y no. No estaba dispuesto a ponerlo tan fácil. Así que, aquella misma mañana había caminado hasta una pequeña tienda a pocas calles del balcón en el que se encontraba ahora, y le había pedido a la sonriente muchacha que le atendía detrás del colorido mostrador "todo lo necesario para pintar un Monet". La chica, entre risas, le dijo que tenía varios estuches de óleos a diferentes precios y que si pretendía pintar un nuevo Soleil Levant, tenía algo perfecto para él. Después se decidió por un económico caballete que tenía visos de ser tremendamente inestable, y algunas cosas más que a él le parecieron fácilmente prescindibles pero que la muchacha se negó a separar de su nuevo equipo de "maestro impresionista". Con esas palabras. Le cayó bien.
Estaba corrigiendo los pequeños trazos que había dibujado suavemente a lápiz sobre el lienzo blanco. No se atrevía aún a darle color, evitando así que el cuadro diera su primer latido de vida, evitando que la imagen que aún únicamente existía en su mente empezara a cobrar vida acercándose al lado de la realidad donde se encontraba ahora mismo. Un trazo de azul cielo era un paso de esa imagen hacia ese balcón. Y no, no quería acercarse tan pronto a la realidad. De momento se encontraba cómodo en ese blanco y negro irreal. Confuso. Titubeante. Mirando de reojo al pincel impaciente en su caja.
Se sentía contento, ilusionado con ese nuevo proyecto que tenía delante y a la vez sabía que aquello no le llevaría a ninguna parte. Sin embargo ahora le ayudaba. No sabría decir qué había ocurrido exáctamente, no tenía claras las razones que esgrimió Clarise para decirle que ya no se querían y que lo que hacía era lo mejor. Estaba derrotado, más sólo de lo que lo estuvo nunca pero en el fondo, tenía claro que aquello era lo mejor. Un trazo gris, fuerte y preciso marcaba ahora la esquina más lejana de la plaza, a la que apenas llegaba nunca la luz. Las imágenes de los días anteriores le atormentaban mezclándose con aquellos moméntos mágicos compartidos durante tanto tiempo. Su mano se detenía y se dirigía decidida a las negras ventanas del edificio viejo del otro extremo de la plaza. Siempre oscuras, siempre vacías. Un "no puedo seguir así" había bastado para que él, consciente de que en su rostro se escondía algo, supiera sin lugar a dudas que aquello era el final. No discutió, apenas le dijo nada. La dejó hacer consciente de que no se podía hacer otra cosa y en el caso de que lo hiciera, sería completamente inútil. No quería envilecerse, humillarse, hacerse daño. Otra vez no. Se acabó.
Nico, el gato de los vecinos de al lado, acaba de pasar al balcón y juguetea curioso entre las patas de ese extraño aparato que antes no estaba ahí. Es un gato blanco con una única mancha negra que le coge parte de la oreja izquierda. Es joven, apenas tendrá un año y ya hace meses que se escapa de su hogar oficial y viene a éste buscando compañía. Al parecer, sus dueños, reducidos a unos pequeños ruidos a la hora de la cena y cuyas voces siempre se confunden con la sintonía del televisor, apenas juegan con él y no duda en cambiar de vivienda buscando ese entretenimiento que siempre encuentra. Dispone incluso de un sitio junto al sofá, en la alfombra del comedor en el que ahora descansan abandonados una pelota de ping-pong un poco magullada y una madeja de lana negra.

Continuará... o no. No sé.




Viva la improvisación!
Y por supuesto, buen fin de semana.

viernes, noviembre 10, 2006

Media vida

Espero que sepáis perdonármelo pero este de hoy, está dedicado. Lo debo.

Es absolutamente imprescindible escuchar esta canción mientras se lee, dejar de leer cuando se escucha la voz y retomarlo con cada pausa de ésta.
Sin prisas.











Descarga




¿Cómo quieres que te diga esto niña mía?
Me preguntas ¿me quieres? y no sé qué decir.
Me miras, me confiesas, me sonrojas y me haces reír.


Me acompañas, me silencias, me admiras, me escuchas y te ríes de mí.
Dos miradas desde la distancia que siempre se encuentran, una sonrisa después y un abrazo en cualquier momento, resumen cada día, esto que hoy por lo menos, es para tí.
Un aprender a quererse sin querer y el querer quererse sin saber.

Rotunda, viva, gruñona y pequeña.

Tú siempre estás, siempre, presente. Mi presente.

Y sin embargo luego....

Y luego siempre, siempre luego, te vas.




. . .






Todo este tiempo, todo este ruido, todos los besos... y el duelo. Compartidos. Compartiendo.




. . .





No dejemos que se escape porque no tendría sentido.
No dejemos que se pierda, que se empañe.
Es fácil caminar contigo, y sé que no es fácil seguirme en mi camino.
No me dejes, que yo no quiero dejarte.



. . .




déjame que te acompañe












- al final lo he conseguido pero negaré rotundamente haber escrito esto -

No púo ser

Hoy tenía que escribir un post con canción y todo pero la tecnología se alía hoy contra mí, y no hay manera oiga. Y la de hoy era especial... en fin.

Sin embargo, hay tres buenas noticias:

1) Estoy escribiendo algo que pondré en breve.

2) El post de hoy lo pondré tarde o temprano.

3) He descubierto esta útilísima web que te dice si hoy es viernes o no. ¿No es maravilloso?

Pues nada, disfruten del fin de semana y tómense algo a mi salud que yo haré lo propio con cada uno de ustedes.

lunes, noviembre 06, 2006

Caminos

La felicidad es cuanto menos, más escasa, más difícil, más lejana que la tristeza y la nostalgia. A ella, a la búsqueda de esa felicidad, le entrego la vida sin apenas verla unos instantes. Por ella, por encontrarla, camino cada día, me obligo a un paso adelante que no sé a dónde me lleva porque simplemente no sé dónde se encuentra. Dónde se esconde. Sabiendo que ese paso quizá no tenga la respuesta. A ciegas.

Caminamos por un sendero estrecho y sinuoso sin un rumbo marcado y sin saber qué aspecto tiene exáctamente aquello que hay al final del camino. Y a cada paso, cada vez más a menudo, me pregunto si este camino tiene realmente un final.
Quizá el final no sea más que mi propio final. Como esas historias que cuando se acaban te dejan un mar de preguntas por responder. Porque realmente, esas preguntas no tienen respuesta, y esas ideas mueren con uno y sólo tienen respuesta al final, cuando ya nada tiene sentido.

Y quizás, la felicidad ni siquiera es nuestra, no nos pertenece ni la conseguimos para nosotros.
Quizá, en cada momento, mi felicidad vive en tí. Seas quién seas, estés donde estés.