martes, enero 31, 2006

Sin sentido



Es deseperante la cantidad de cosas sin sentido que nos rodean y a las que no le damos una mínima importancia.

Los jugadores de fútbol, modelos de alta costura, altos funcionarios que nadan en la abundancia y médicos, profesores, asistentes sociales y voluntarios con sueldos de subsistencia o sin sueldo directamente.
Que el 90% de los trabajadores de este país (que no tenemos un puñetero duro) estemos manteniendo al 10% restante que además, están forraos.
Que las multinacionales (Seat es un ejemplo más pero creánme, hay cientos de casos así al año) despidan a cientos o miles de trabajadores para ajustes de producción y reducción de costes y que al día siguiente de los despidos, veas ofertas suyas de trabajo en los organismos públicos. Y no pasa nada.
Que la única manera de reinsertar delincuentes en pleno siglo XXI que se nos ocurre, sea encerrarlos en una celda.
Que la iglesia (la católica, porque es la única que conozco) sea un gran holding mundial que tiene incluso su servicio de inteligencia, vaya promulgando con valores de humildad, solidaridad y paz.
Que los tipos de a pie como nosotros, tengamos mucho más sentido común y de la política (salvo los cuatro sin cerebro de siempre) que nuestra clase política, que para más inri se dedican a tiempo completo a ello.
Que se dedique mucho más tiempo, recursos y prensa al archivo de Salamanca de al problema de la vivienda. Por poner un ejemplo rápido.
Que nuestros jóvenes sean los más preparados de la historia de este país y estén trabajando en cualquier mierda de trabajo precario.
Que cuanto más cobras, menos trabajas.


Y lo más absurdo de todo es que vivimos en el puto paraíso del planeta y no tenemos derecho a quejarnos.

Y no. Este post no pretendía ser gracioso. Es que es así.

viernes, enero 27, 2006

Tal para cual

Como no hay manera de que me hagan ustedes los deberes, me he visto en la obligación de actuar (viene de aquí).

Atentos a la canción:



-El mío sí que es un trabajo de mierda- le dijo el Diablo a la Muerte. Sentados en la mesa de un bar, hablaban los dos con una cerveza delante. Mientras ella se la bebía a lentos sorbos y escuchaba al Diablo, él manoseaba la suya y le arrancaba nerviosamente los restos de etiquetas que se empeñaban en quedarse pegados.-Tu trabajo es sencillo. Una Lista. Recibes tu puñetera lista cada día y te limitas a buscar al desgraciado y llevártelo contigo por las buenas o por las malas. Te lo llevas. No hay vuelta de hoja. Todo el mundo sabe que no se puede escapar de tí. Yo, en cambio ya no sé qué hacer...
- El mal. Lo que tu haces es "El Mal".
- ¡Ja! ¿Y me puedes decir qué diablos es "El Mal"?- respondió desesperado el diablo. Y viendo que a ella se le escapaba una sonrisa mientras no apartaba la vista de su cerveza, le espetó - No te rías ¿quieres?
- Venga hombre. Tú al menos tienes un trabajo creativo. Tienes que idear tus maldades, tus tentaciones, tus sobornos... Siempre innovando, sorprendiendo... Sin embargo yo estoy sumergida en esta rutina que me está volviendo loca. Como tú dices, nadie puede escapar de mí y eso es rabiosamente aburrido. Estoy completamente desmotivada. Este mes he dejado ir ya a dos mamarrachos. Sí, sí. Has escuchado bien. Dos tipos a los que les había llegado su hora se han librado de mí. ¿Un error? No, que vá. Simplemente me aburría. Preferí ver como se sorprendían de seguir con vida y agradecían el milagro. ¡Ja! ¡Milagro! Ni siquiera se imaginan que es porque me aburro. Claro que tampoco se imaginan que muy pronto volveré a buscarles. Tampoco quiero tener problemas ¿sabes? Todo tiene que seguir su orden. Así es y será. Pero que quieres que te diga. A veces a mí también me apetece cambiar algo esta maldita rutina y ver la cara que se les queda cuando voy a buscarlos y apenas han empezado a saborear su nueva vida regalada.
- Eres mala.
- Venga. Deja de lamentarte ya, por favor. Resultas patético. Cualquier idiota daría su brazo derecho por hacer lo que tú haces.
- ¿En realidad crees que es tan sencillo? ¿Crees que la idea del mal es eterno? ¿Crees que es universal? Mira chica, no existe el "Manual del buen diablo". No hay una guía que te dé los 10 pasos para ascender en el averno. Todo aquello que hoy es malvado, mañana será el pan de cada día. Sí. Siempre hay cuatro taraos que llevan el mal en su interior, es mi trabajo crearlos y dejarlos a su libre albedrío, pero querida, la gran parte de mi trabajo consiste en hacer que aquellos que se consideran buenas personas vayan poco a poco cayendo de mi parte. Y eso amiga mía se está haciendo cada vez más complicado. El nivel de individualismo al que llegan estos patanes es tal que apenas consigo que sientan un leve arrepentimiento después de que la hayan cagado. Y te aseguro que a veces me sorprendo de lo hijos de puta que pueden llegar a ser algunos y que a su vez duerman tranquilos por las noches. O sea, que las buenas personas ya están en extinción. ¿Me quieres decir qué tengo que hacer entonces? La gente no tiene ni conciencia colectiva, ni solidaridad, ni nada. Están completamente deshumanizados. Son putas máquinas de sobrevivir. Lo único que hace que no me desmorone es que el enemigo lo tiene igualmente jodido. No veas el alboroto que tienen allí arriba. Acaban de hacer reformas para meter a no sé cuántos millones de almas y aún están esperando que lleguen las primeras. Rodarán cabezas, te lo digo yo.
- ¿Lo dices por mí?
- Te estoy hablando en serio.
- Vale. Vale. Tranquilo. Piensa que sin que tengas que hacer demasiados esfuerzos, siempre habrá más almas que caigan de tu parte. Te lo digo yo, que veo sus caras justo antes de dar el salto. La gente parece estar deseando hacerte visitas allí abajo.
- Sí. Ya. ¿Y crees que eso me hace felíz? ¿Y dónde está la autorealización? ¿Qué hay del placer por el trabajo bien hecho? ¿Y mi ego? ¿Qué hago con mi ego? Recuerdo el día en que cada victoria, me arrancaba una carcajada que podía oirse durante décadas. ¿Y ahora? Ahora vivo en una apatía contínua...
- Oye. ¿Y si lo dejamos? ¿Dimitimos? ¿Nos... rebelamos?
- ¡Sssssh! ¡Calla insensata! ¿Estás loca? ¿Quieres que nos jodan vivos?
- Vamos hombre. Tú eres El Diablo y yo La Muerte. La Muerte ¿me oyes? ¿Quién coño va atreverse a jodernos?
La mirada de ella se había vuelto fría como el hielo y el Diablo no pudo más que mirar hacia otro lado, la leve sonrisa que empezaba a asomarse ahora por la comisura de los labios de la Muerte no ayudaba nada.
- Podríamos hacer grandes cosas tú y yo... -continuó ella hablando más para sí que para aquel que se sentaba delante- Mano a mano... No podría detenernos nadie... ¿Qué te parece?
- ¿Eso quiere decir que ya no vamos al cine?
- Ains...no sé... La verdad que hoy la peli tenía buena pinta.
- Venga. Acábate esa cerveza y aniquilamos todo esto otro día.

jueves, enero 26, 2006

aaaagh....


He estado a punto, a punto, a punto de poner un foto donde se me viera bien....

Pero no puedo, no puedo....



Tímido que es uno...

martes, enero 24, 2006

No sé cuándo ha empezado esto

En un nuevo alarde de valentía, he dado un paso más en el camino este que me está convirtiendo en un puto jipi. No contento con el hecho de tener un terreno para drogarme mientras me mezclo con la naturaleza, no contento con esto digo, ahora se me ocurre decirle que sí a una de tantas cosas a las que no he sabido decir no. Y parece sencillo: NO. Ene O. No.
Pero bueno, dejemos de lamentarnos porque de hecho, fue idea mia... Ahora, a vuestro amigo no se le ocurre otra cosa que comprometerse con sus otros amigos que tienen que desfilar con una comparsa. Pero ¿comprometerse a qué? ¿A tocar? Pues no. No, porque entre otros muchos defectos, el que escribe es lo más arrítmico que os hayais echao a la cara y me da muuucha pereza empezar con un instrumento nuevo ahora para tocarlo en mayo, que es cuando será la fiesta.
Se trata de hacer jodidos malabares. Sí, sí. Esas cosas que hacen los jipis y los punkis-perro-flauta. Ahora estoy entrenando con unas cadenas de esas que dan vueltas y te dan golpes en las espinillas, rodillas y en toa la cara. Y para más inri, de aquí a nada les pego fuego y me quemo la cara enterita. Que me hace un ilusión ir sin pestañas...

Menos mal que tengo a la Eva de profe que es más guapa que las pesetas y tiene una paciencia de santa, la pobre. Que además compartirá la gloria conmigo, clarostá.

¿Qué?¿Qué esto de las cadenitas les parece poco masculino y muy poco serio? Sí a mí también me lo parece pero joder, es que siempre que la veía a ella ahí liada me daban unas ganas de ponerme...

Pues eso, una manera como otra cualquiera de resistirse a hacerse mayor o algo. Qué quieren que les diga...


No se preocupen, superaré esta etapa.

xD

viernes, enero 20, 2006

ssssh

Me disculparán pero esta semana no tengo ganas de escribir nada.



Vuelvo pronto. Muy pronto.

viernes, enero 13, 2006

Llueve. Oración Impersonal.

Viernes. Viernes 13. Toca canción.

Mañana lloverá y/o nevará en toda la puta península.



A mí ya me está bien, se tienen que regar mis olivos ¿recuerdan?

Pero como a mí me gusta cuidarles a ustedes, he estado pensando en alguna canción que vaya bien con los días de lluvia. He encontrado esta, que no habla de la lluvia pero sí que tiene su toque nostálgico, que es algo que siempre asociamos con la lluvia y las gotas en la ventana.

A mí, es una canción que me encanta y que puedo escuchar millones de veces. Ahí la tienen:



Buen fin de semana.

miércoles, enero 11, 2006

Vamos. Que el porno vende.



A estas cosas me refiero cuando digo que mis amigos me quieren.

Hijosdeputa.

El Roto

Este tío es un puto genio...



¿Pero qué hacen aquí? Vayan a ver su obra! Vayan!

jueves, enero 05, 2006

Recuerdos

Si le hubieran dicho a Juan Heredia Cisneros que el tren que iba a coger aquella mañana nunca llegaría a su destino, casi con toda seguridad habría subido igualmente a él.

Fué aquel un caso extraño del que ni unos ni otros sacaron jamás nada en claro. Aún hoy, de vez en cuando es una historia que vuelve una y otra vez en las noches alrededor del fuego.

Lo absurdo y misterioso de lo ocurrido superó a todos por igual y aún hoy, siguen apareciendo ridículas teorías que apenas han servido para confundir más a aquellos a los que el misterioso suceso les afectó de alguna manera.

El caso es que Juan Heredia Cisneros llegó aquella mañana al solitario apeadero del valle con un atillo colgado de su hombro y unas pocas monedas en el bolsillo.

Rodrigo Simientes, el cartero, que esperaba la saca que llegaría aquella mañana de la ciudad, fue la última persona que lo vio aquel dia. Su rostro, dijo, tenía algo de melancólico y soñoliento. Sin afeitar.
Apenas se saludaron en el andén.
Al oir el silbato de la locomotora a lo lejos, Juan Heredia Cisneros se levantó de un salto, se frotó las manos contra las perneras de sus pantalones de pana gastados, metió una mano en el bolsillo como para contar la calderilla y se acercó a la vía donde unos instantes después se detenía el primer coche de aquel viejo tren.

Juan Heredia Cisneros, con un pie dentro del vagón, aún echó un vistazo al valle que dejaba a su espalda. Apenas se distinguía a lo lejos, tras el bosque todavía arropado por la niebla matutina, el campanario de San Blas. En aquel momento, según el cartero, sonaban las 8 en punto.

El tren, después de hacer sonar el silbato, se quejó desperezándose y arrancó su marcha. Rodrigo el cartero vió como desaparecía en el primer requiebro mientras recogía su saca y arrancaba a caminar hacia el pueblo.

A partir de ahí, una única persona, Matías el Carbonero volvió a ver el tren con vida -si se me permite la licencia de animar al tren-. Fué en la loma donde se abre la boca del túnel que discurre bajo el cerro de San Blas, mientras cargaba la última alforja de su inseparable burro, Llorón. El tren, ya en plena carrera, hacía sonar por última vez su bocina para avisar a cualquier insensato que pudiera andar despistado por el interior de aquel subterráneo. Llorón a su vez rebuznó, como saludándose, como despidiéndose.

El caso es que Matías el Carbonero dijo haber escuchado, o mejor dicho, jura haber dejado de escuchar al tren en el instante mismo en que su vagón de cola desaparecía en el interior de aquel maldito túnel.
Ni el silbato se oía, ni las vías chirriaban, ni las paredes retumbaban. Nada.
Matías miró a Lloró y Llorón miró al carbonero.

Juntos bajaron despacio vigilando sus pasos por la traicionera loma hasta la entrada de la cueva. Los dos, amo y animal, asomaron la cabeza por la silenciosa boca y lo único que lograron distinguir fué el pequeño punto luminoso que a poco más de un kilómetro dibujaba la entrada opuesta del fantástico paso.

Con un leve gesto de hombros, Matías el carbonero asió la rienda del bozal de Llorón y se encaminó, siguiendo el trazado de las vías, hacia San Blas.

A las pocas horas, un telegrama de la ciudad daba aviso al cuerpo de guardia de la misteriosa desaparición del convoy que no llegó jamás a la población de Yuste, a poco más de 10 kilómetros del túnel de Matías y Llorón.

A media tarde partía el cuerpo de guardia hacia Yuste pretrechados de linternas y mantas, acompañados del boticario Juaquín, que de buen seguro les sería necesario para socorrer a las posibles víctimas del descarrilamiento,. Esa era pues, en esos momentos, la única explicación.

Dos días búsqueda. Treinta y dos kilómetros peinados palmo a palmo y ni un solo tornillo extraviado por el viejo tren. Treinta y siete desaparecidos y entre ellos Juan Heredia Cisneros.
La noticia corrió como la pólvora por todo el valle. Las máximas autoridades del país se personaron en las principales poblaciones argumentando absurdas conjeturas.

Después de diez años esperando a oir el silbato de aquel perdido tren, que cualquier dia decían, aparecería alegre volviendo de su escondite del espeso bosque de acacias. Después de todo aquel tiempo incluso la gente que estuvo frente a él en aquel andén, como nuestro amigo el cartero, no apostaría su jornal a que el expreso de la ciudad paró aque dia en el apeadero de San Blas a las ocho en punto.

Y en 10 años nada se supo... Hasta ayer.

Ayer, a las ocho en punto, el la taberna de Josefa "La Reina", entró por la puerta Juan Heredia Cisneros.

Como acostumbraba a hacer, recordaba Josefa, se sentó en la mesa de la esquina, bajo la ventana. Y Josefa llevada por alguna vieja costumbre, cogió un vaso pequeño y lo llenó de su aguardiente. Se acercó lentamente a la mesa del aparecido y sin quitarle la vista de encima, dejó el vaso delante de él. Se quedó un momento delante de su mesa mientras él, sin apartar la vista de la ventana se acercó el vaso sin apenas tocarlo. Con las yemas de los dedos sobre él. Ahí lo dejó, como descansando.

Josefa volvió a su mostrador deseando que apareciera alguien para confirmar lo que sus ojos le decían. Que el hombre que había frente a la ventana era, sin lugar a dudas Juan Heredia Cisneros. Pero no aquel que debería haber sido hoy sino el de diez años atrás, pues ni una sola arruga, ni una cana, ni una mancha en la piel se había posado sobre él. Aquél hombre que ahora hojeaba el periódico del día anterior que alguien dejó sobre el alféizar de la ventana era un sueño, una mentira, un espectro que se aparecía tranquilamente ante ella para recordar que un día existió.

Josefa estaba aturdida, desorientada... Una parte de ella pensaba que quizá se había resuelto el misterio y aquellas pobres almas había retornado de donde fuese y volvían ahora a su hogar. Sin embargo, en el fondo sabía que algo no andaba bien. Algo que no alcanzaba a comprender estaba ocurriendo ahora mismo frente a sus ojos.

Mientras su mente intentaba descifrar todo aquello, aquél hombre venido del pasado apuró de un trago su aguardiente, se quedó mirando unos segundos el vaso, puso un par de monedas sobre la vieja mesa de cedro, se levantó y sin pronunciar una sola palabra salió por la misma puerta que lo vio renacer.

Unos segundos más tarde Josefa, saliendo del trance que detenía su cuerpo y su mente, se acercó a la puerta apresuradamente para ver por última vez al aparecido. Ni rastro. Ninguna señal de que aquel hombre hubiera cruzado la amplia plaza que se rendía ante su taberna. Josefa aún incrédula, volvió al interior de su negocio y se acercó silenciosa a la mesa en la que aún descansaba el pequeño vaso que unos minutos atrás había tocado los labios de Juan Heredia Cisneros. Junto a éste, plegado por la mitad, estaba el periódico que aquel hombre había leído con tranquilidad. Josefa, al acercarse no pudo dejar de fijarse en la página que había atraído la atención del fantasma. En ella, entre algunas breves notas locales acerca de los calendarios de caza y pesca en la provincia, había una esquela. Una pequeña esquela, tan breve que parecía que indicara el fin de una vida que durara un suspiro. Josefa se acercó el periódico y pudo leer "J.H.C. Aquél que queriendo olvidar, no quiso que le olvidaramos".

Aquel que como los recuerdos, desaparecen, se olvidan y un día, sin avisar se hacen tan reales que podemos tocarlos.