martes, abril 19, 2005

Conversaciones en la parada de autobús

El burro estaba sentado, con un costado apoyado en la parada del autobús. De vez en cuando movía una oreja como para romper la monotonía de la espera. Su mente divagava entre el delicioso desayuno de aquella mañana que aún calentaba su barriga y una pequeña mosca que pretendía descansar sobre su hocico.
El burro tenia un pelo marrón y muy espeso que se tornaba más oscuro al acercarse al cuello para ser del negro más profundo al tocar su nariz. Y ésta, de un color muy pálido hace que su rostro adquiera un aspecto realmente tierno.

En aquel momento un hombre de mediana edad, cansado y sudoroso, se acercaba a donde estaba el burro. Parecía venir caminando de muy lejos. Sin dejar de mirarlo lo rodeó y se sentó en la banqueta de la parada. El hombre no cesaba de intercambiar miradas entre el burro, que a su vez le miraba fijamente, y el punto del horizonte por el que de un momento a otro aparecería el viejo autobús.
El hombre mientras se quitaba el abrigo sofocado por la caminata, no dejaba de observar al burro. ¿Qué demonios hace aquí el burro este?, pensaba. No estaba atado, no parecía enfermo... Curioso.
Y casi sin pensar y a la vez que se reía de sí mismo, le dijo al burro -¿Qué? Parece que hoy llega tarde el autobús ¿no?

-Pues sí- respondió el burro- Es un autobús muy viejo y ya le pasan estas cosas.

El hombre, inmovil, miraba fijamente al burro con los ojos abiertos como platos. Un sudor frío recorrió su espalda del mismo modo que la idea de haber perdido la chaveta circulaba por su cabeza.

- Ha..Ha..¿Hablas?- Dijo mirando de reojo a su alrededor.
- Claro que hablo. ¿No me oyes?
- Sss..sí...¿Pero desde cuándo los burros hablan?
- Supongo que como todo el mundo: Desde que tenemos algo que decir.
- Eso es absurdo.
- Es tan absurdo como que tú y yo estemos hablando ahora. Encuentro mucho más absurdo el hecho de que todos los hombres os considereis en el derecho de poder decir siempre lo que os venga en gana. Y mucho más absurdo sabiendo que muchos de esos hombres ni siquiera tienen la facultad de escuchar. El hecho de que un burro se ponga a parlotear cuando hay alguien dispuesto a escucharlo me parece mucho más lógico y natural.

El hombre, que en aquel momento no podía decidir si estaba más sorprendido por el hecho de que el burro hablara o porque aquel animal disfrutara de una coherencia mucho mayor que la suya, optó por permanecer callado.

- Mira, por ahí viene tu autobús- Le indicó el burro.

Un momento después, el viejo autobús con un chirrido y un hondo resoplar se detenía delante del hombre que aún no había dejado de mirar al burro. Mientras subía los peldaños que le conducían al interior no pudo dejar de observar que de algún rincón del autobús salía un pequeño gorrión que fué a posarse entre las orejas del burro. Y a continuación creyó oir que este le decía:
-¿Vamos?
-Vamos- le contestó el burro.
Y ambos se alejaron poco a poco de aquella parada mientras el hombre creía verlos sonreir. Pero eso es algo que quizá imaginó él porque estaba claro que si bien el burro hablaba, difícilmente sería capaz de sonreir.

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