Por dentro

Desnudo, sentado en una esquina de la ducha, con el pelo chorreando pegado a la cara me miro.
Recorro mis brazos acariciándolos suavemente intentando encontrar en vano esa mancha negruzca que tiene que estar en alguna parte. Nada. Tampoco noto dolor. Todo parece estar en orden.
Tampoco he encontrado nada en el pecho, ni en el abdomen, ni en las piernas...
Cierro los ojos y vuelvo a recorrer mi cuerpo intentando encontrar algo que mis manos no conozcan de memoria.

Tiene que estar. Sé que está.

Abro el agua fría convencido de que cuando se entumezca mi piel, sea lo que sea que tengo, saldrá a la luz.
Nada, el frío me rompe por dentro. Mis dientes se aprietan igual que mis párpados. Todo mi cuerpo se ha tensado como la cuerda de una guitarra. Y nada... Todo tiene el mismo aspecto que siempre pero yo sé que no es así.

Estoy agotado. Me cuesta respirar.

Salgo de la ducha, me tiro una toalla por encima y me siento en la alfombrilla hecho un ovillo.

Maldita sea.

Tiene que estar por dentro.