jueves, septiembre 06, 2007

Acércate

No hace demasiado leía una frase que tuvo la capacidad de dejarme unos instantes sin habla mental (sí, lo que absurdamente llamamos "mente en blanco"). Era de una ferocidad atroz y de una realidad tangible, dura.

De la misma forma que uno jamás está lo suficientemente lejos de aquello que más odia, tampoco está nunca lo suficientemente cerca de aquello que más ama.

Frases así son las que le dejan a uno perplejo frente a la absolutamente maravillosa complejidad humana. Esa complejidad que nos desespera por hacernos conscientes de que jamás seremos capaces de tener el control de todo, ni siquiera de comprenderlo. Ese TODO que se adivina abismal es algo tan inalcanzable que si realmente fuéramos conscientes de ello, caeríamos de manera instantánea en la más absoluta de las locuras. Nuestra mente ha sido moldeada por mil y una adversidades y las no menos alegrías de todos aquellos antepasados que se remontan hasta la forma primigenia de ameba o cualquier organismo unicelular del que hayamos sido capaces de descender. Ese cerebro que creemos el máximo exponente de la evolución, se convierte en un estúpido músculo sangrante en el momento en el que observamos frases como la mencionada. Si en el terreno físico nos vemos peleando constantemente contra las mil y una limitaciones que nos presenta esto que llamamos "vivir", en el terreno espiritual, en aquello que se dedica a intentar comprender la manera en la que nuestra alma se mueve, es poco más que un camino barrado en el que cada paso es un paso a ciegas. ¿Cuáles son las motivaciones ocultas de nuestro pensar que nos hacen vivir constantemente en esta frustración?

Sinceramente creo que hubo un momento en el que nuestra mente aprendió a ir más allá de nosotros mismos. Nuestro cerebro dio un paso de gigante con el que nos sacó tal ventaja, que desde que el sapiens empezó a serlo, no hemos sido capaces de reducir. Sí, nuestra mente abstrae. Esa es la esencia de considerarnos inteligentes, esa es la característica de la condición humana. Somos capaces de imaginar conceptos inexistentes a partir de nuestras vivencias y desarrollarlos en nuestro interior. Nos consideramos capaces de todo y sin embargo hay tantas cosas que se escapan a nuestro control, que realmente, a uno le dan ganas de rendirse y dormir. Todo lo que concierne a las relaciones humanas se antoja harto complejo para mentes diseñadas para la supervivencia física. Sin embargo, el paso que dimos y nos descubrió el juego de imaginar, traía consigo un efecto secundario. Una póliza como las que nos hace firmar el retorcido Satanás momentos antes de hacer cumplir nuestros más anhelados deseos y que convierten esos mismos deseos en nuestra principal tortura. Nos vimos a la vez en la incapacidad de aislar y controlar las emociones, en el descalabro que nos supone intentar congelar sentimientos atados a recuerdos, en la falta de habilidad para controlar nuestros máximos miedos y nuestras más altas cotas de felicidad. La incapacidad que a la vez nos hace nosotros mismos, todos diferentes, todos con unos temores, ansias, recuerdos y gratas emociones que han ido moldeándonos por dentro hasta hacernos ser como somos. En fin, esa incapacidad emocional que nos une, no es más que el resultado de haber sido dotados de una herramienta capaz de controlar nuestro entorno, una herramienta que desde luego, aún no sabemos manejar.

Y ahí estamos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanta... Te apuntas conmigo a Antropología? O mejor, te a puntas a un vino con casera a modo de postre en el chino? ;) Queda pendiente...

kancerbero dijo...

¿Vino con casera de postre?

Degenerados...