XXXII - LIBERTAD
Llamó mi atención, perdida por las flores de la vereda, un
pajarillo lleno de luz, que, sobre el húmedo prado verde, abría sin
cesar su preso vuelo policromo. Nos acercamos despacio, yo
delante, Platero detrás. Había por allí un bebedero umbrío, y unos
muchachos traidores le tenían puesta una red a los pájaros. El
triste reclamillo se levantaba hasta su pena, llamando, sin querer,
a sus hermanos del cielo.
La mañana era clara, pura, traspasada de azul. Caía del
pinar vecino un leve concierto de trinos exaltados, que venía y se
alejaba, sin irse, en el manso y áureo viento marero que ondulaba
las copas. ¡ Pobre concierto inocente, tan cerca del mal corazón !
Monté en Platero, y, obligándolo con las piernas, subimos, en
un agudo trote, al pinar. En llegando bajo la sombría cúpula
frondosa, batí palmas, canté, grité. Platero, contagiado, rebuznaba
una vez y otra, rudamente. Y los ecos respondían, hondos y
sonoros, como en el fondo de un gran pozo. Los pájaros se fueron
a otro pinar, cantando.
Platero, entre las lejanas maldiciones de los chiquillos
violentos, rozaba su cabezota peluda contra mi corazón, dándome
las gracias hasta lastimarme el pecho.
Joder, todo el mundo tendría que leer este libro alguna vez.
Pues aquí lo tenéis.
3 comentarios:
ostras, ya me has terminado de convencer. :)
hoy lo he comprau :)
Eres grande, Lince. Eres grande. Me alegro de que te haya gustado.
Ya contarás.
Publicar un comentario