jueves, marzo 16, 2006

Croac



Caminando por el sendero húmedo del bosquecillo que hay frente a mi casa, no pude evitar ver aquel sapo que, torpe, se movía intentando salir del camino en dirección a lo más verde.
"¡Ecs!" fué lo primero que pensé. "¡Qué cosa más viscosa y repugnante!".
En aquel momento el sapo se me quedó mirando fijamente con una expresión en su cara que juraría que reflejaba un absoluto y total desprecio. Como si me hubiera leído la mente.
Yo seguí observándolo algo agachado y un poco alejado. Nunca se sabe si los sapos estos pegan saltos a la yugular de los transeúntes... Él parecía haber desistido de su idea inicial y ahora intentaba girar lentamente, como si cargara una pesada losa, su cuerpo en dirección a mí.
Yo por entonces, ya no tenía ninguna duda de que aquel asqueroso batracio pretendia saltar a mi cuello, así que dí un precavido paso atrás intentando salir de su alcance de tiro ya que, todo sea dicho, tampoco disponía de ningún dato fehaciente que me indicara, ni siquiera me diera una leve pista, de cuál era exactamente la distancia que podía alcanzar un sapo como aquél en actitud hostil.
Y ahí seguía yo, observando las berrugas de su piel y la baba transparente que parecía recubrile y que tenía el curioso efecto de desehechar de mi mente cualquier intento de atrapar a semejante bicho.
Él, mientras tanto, ya había girado todo su cuerpo y nos manteníamos frente a frente. A él, parecía costarle un grandísimo esfuerzo el hecho de levantar la mirada hasta mí y yo empezaba a pensar que aquel sapo sería incapaz de conseguir hacerme un rasguño por mucho que se lo propusiera. Aunque yo no pensaba acercarme un centímetro más. Por si acaso.
- Hola ¿quieres darme un beso?- dijo de pronto el sapo.
- ¿Pero qué me estás diciendo bicho asqueroso? ¿pero cómo quieres que te dé un beso? ¡Si estás lleno de babas!
- Oye, que yo no te quiero besar. Que eres tú el que estabas ahí alelao mirándome con esa cara de pasmo. Y además, a mí sólo me gustan las mujeres.
- Querrás decir las ranas.
- ¿A tí te gustan las ranas?
- !Puaj! ¿Qué dices?
- Pues a mí tampoco.
- Sucio sapo pervertido...
- Oye, que el que estaba ahí parado mirándome el culo, eras tú.
- A ver, sapo creído, te estaba mirando porque no había visto en mi vida un sapo de cerca. Ni siquiera sé dónde tienes exactamente el... tu... ¡Bah, déjalo!
- Mira, vamos a empezar otra vez. ¿Qué haces aquí?- dijo mirándome con condescendencia, el jodido sapo.
- Vivo ahí- le respondía yo señalando la casa sin apartar la vista de él.
- Lo sé. A veces vengo a verte, como hoy, pero ya me iba.
- ¿A verme? ¿A mí?
- Sí
- ¿Y que querías?
- ¿Acaso tengo que querer algo para venir a verte?
- Em... No. Supongo que no.
- Simplemente me gusta verte correr por el jardín y ver como lees sentado en aquel tronco mientras sonríes.
- ¿Te tocas mirándome?- dije sin poder evitar poner una nueva cara de asco.
- No digas tonterías.- dijo con un atisbo de perder la paciencia- De un tiempo para acá me he acostumbrado a tu compañía y lo hago simplemente porque estoy a gusto. Es como ir al prado a contemplar vacas pastando o a aquella loma a ver ponerse el Sol.
- Eres raro, sapo.
- Jonás. Me llamo Jonás -matizó, muy digno, el sapo Jonás- ¿Acaso el hecho de hacer las cosas sin una motivación directa y sin esperar nada a cambio hace que sea raro? ¿Es necesario que te pida algo para que entonces dejes de desconfiar de mí justo después de asignarme a algún estereotipo tuyo que te deje vivir feliz? ¿Crees que necesito algo de tí para que te sepas más necesario de lo que recordabas? Lo siento, no conseguirás nada de eso conmigo.
- ¡Eh sapo!
- Jonás.
- Bien, jonás. Yo era muy feliz antes de saber que andabas por ahí espiándome. No necesitaba de tus lecciones de moralina y mucho menos de tus atenciones.
- Perfecto. Lo que se trata es de que entiendas que el universo no gira en torno de nadie, es más, me atrevería a decir sin miedo a equivocarme que no gira entorno a nada. Que la gente no tiene porqué hacer las cosas siguiendo una motivación especial, y mucho menos la que tú crees que siguen. Nos acostumbramos a pensar por los demás y a jugar a adivinar lo que piensan y obviamente nos equivocamos.

En ese momento el sapo se quedó mirándome sin verme, abstraído. Yo, sin saber aún qué decir me senté a su lado y después de dejarle unos segundos consigo mismo me atreví a sacarle de su ensoñación.

- ¿Una mujer?
- Sí, tío- me dijo ya derrotado.
- Tranquilo, tú sigue viniendo a espiarme a mi jardín que yo seguiré haciendo lo mío. No pasará mucho tiempo hasta que se te acerque la próxima afortunada que te quiera dar ese beso. No sé muy bien porqué, pero así es y así seguirá siendo.

Le dí un par de palmaditas en su baboso lomo y él, algo más contento se encaminó de nuevo al bosque. Yo, me limpié la mano en la pernera del pantalón, y me volví a casa. A hacer lo mío, que es lo que he hecho siempre y que además se me da bien.








Alguna vez me gustaría escribir cosas que entendiera la gente. De verdad que me gustaria.

Bah! ¿y lo que me río?

3 comentarios:

illa dijo...

A mí me ha gustado. Aunque eso de que existen sapos voyeurs no deberían saberlo los niños.

Las Tartitas de Llanetes dijo...

La verdad es que la mayoría de las cosas deberían hacerse porque sí, realmente no existen las causas de fuerza mayor, o si existen son una puta mierda. Me mola tu sapo
Uy, qué mal suena...

Lince dijo...

yo pensaba que era la única que tenía el absurdo temor de que un sapo saltara a mi cara si me arrimaba mucho, con la inequívoca intención de destrozarme ...

el cuento es muy guay :)

besitos.