viernes, julio 06, 2007

Entre nosotros


Una canción suena en la penumbra pero tú y yo ya no la escuchamos. Uno y otro se concentran en atrapar los suspiros del otro. Noto como cada vez que me asomo a tu delicado cuello para acercar mi nariz a él, tu respiración se pausa, un gemido empieza a nacer dentro de tí y una mano pequeña intenta abrazarme más fuerte. Casi toda tu ropa ya duerme lejos de tí pero mi mano sigue jugando por debajo del broche de tu sujetador acariciando esa delgada linea de piel que sufre siempre escondida. Poco después mi mano sueña acariciando tu espalda poco a poco, hacia abajo. Tu piel se eriza lentamente y tus labios se pegan a mí de nuevo. Otra mano juega a enredarse en ti, y desde ese débil bello que apenas nace en tu nuca, los dedos se esconden poco a poco en la sombra de tu pelo sin hacerte daño, y te beso.

Tus labios y tu lengua ya son mios, tus manos nerviosas intentan acercarme a dónde ya es imposible acercarse más. Tu respiración pide clemencia y guerra. Tus ojos se abren un instante queriendo creer que todo eso es cierto y que apenas ha empezado. Nos hundimos de nuevo en el mar de besos, saliva y miel.

Tu cuerpo ha vencido a tu razón y tus manos lejos de ti me desnudan y me roban gemidos, sudor y placer. Ahora ya no puedo dejar de besarte, lamerte, respirarte y morderte. Tu cabeza se echa hacia atrás buscando un cielo que no está en esta habitación, que sólo está entre tú y yo. Mi mano se entretiene rozando con malicia tu sexo y una sonrisa aparece en mis labios al verte cerrar tus ojos con fuerza, dolor, con placer... En el momento en que tus ojos se abren de pronto pidendo clemencia y me besas fuertemente, queriendo hacerme daño con besos de lengua y sal, mi mano traicionera entra en ti cortando tu respiración hasta que yo quiero. Te estremeces y te sacudes, te retuerces y te paralizas cuando te das cuenta de que mis labios ya están demasiado cerca de ti, tu respiración se acelera y no puedes evitar gemir cuando ya, despacio, te bebo. Mis manos buscan abrazarte y a acariciar tu pecho que se agranda inmenso con cada bocanada que logras robarle al aire con tu lamento.

Tu cuerpo aún se sacude nervioso cuando mis labios vuelven a rondar tu cuello y mi respiración se acerca despacito a tus oídos y tu quieta, muy quieta no puedes dejar de abrazarme. Necesitas saber que sigo ahí y que aún nos espera ese largo momento de dominarnos y de querernos. El juego de entrar uno dentro del otro. Ese juego en que somos uno y nos pertenecemos. En que mientras todo esto dure serás completamente mía y yo, perdido dentro de tí, tuyo.

Ahora, en esta suave oscuridad que nos rodea apenas alcanzo a ver el brillo de tus ojos cuando se abren intentando verme y sin fuerza, sin voluntad, se cierran de nuevo. Duermes lejos ya.

2 comentarios:

Baubita dijo...

uuufffffff....

Gorka dijo...

Joder, me voy a la ducha, fría... que estoy lejos de casa y de quien me acompaña en las representaciones como la que describes...

...

Cabrón...